El aumento de la violencia así como la relativización de los valores humanos se ha extendido salvando la diversidad de culturas e involucrando a todos los estratos sociales argentinos.
En la mayoría de los casos sus protagonistas son jóvenes que habiendo sido objeto de maltratos físicos y/o psicológicos, solo aprendieron a golpear a otros cambiando su rol de víctimas a victimarios, cuando no se han convertido en sometidos.
Indudablemente las situaciones de violencia familiar se han convertido en una tragedia que resiste el análisis ligero, ya que abarca situaciones heterogéneas.
Los padres deben ser fuentes de amor, pero también agentes de sostén, educación y socialización de sus hijos.
Las pautas y valores que transmiten, así como los modelos que brindan, deben servir al hijo para adaptarse creativamente a la sociedad. Pero cuando los padres incumplen con esas obligaciones esenciales, porque no pueden, no quieren, o no saben, más temprano que tarde sobrevienen los trastornos de conducta en el joven, desafiando la autoridad de sus padres y rechazando las normas sugeridas por los educadores expresando, desde un lugar de pertenencia en una masa anónima y anomica de un modo exhibicionista, y las más de las veces violento, su inconformismo a tal realidad.
El desempleo, la baja instrucción y la pobreza, en muchos casos irreversible, son algunos factores a tener en cuenta como determinantes de actitudes agresivas.
La carencia de diálogo familiar y el consecuentemente desentendimiento, sumados a la pérdida de sentido de contención, convivencia y crecimiento moral e intelectual, también son causas que generan esta fragmentación familiar que se observa en no pocos hogares.
Debemos tomar conciencia de la nueva pobreza de la cual nadie habla: los “KNOW – NOTS” (los que nada saben) y la imperiosa necesidad de incorporarlos a la sociedad mediante una educación acelerada, sembrando el abecedario allí donde crece la ignorancia.
La falta de un espacio de socialización para padres e hijos, apoyado por terapias de prevención, que a su vez sirvan de resguardo a la personalidad del joven, cobra hoy un valor inusual que no puede ni debe omitirse.
Para ello es indispensable replantearse el desarrollo de acciones asistenciales que procuren el fortalecimiento del lazo familiar y la erradicación de todo tipo de violencia como proyecto de mediano y largo plazo.
Debemos terminar con los desbordes verbales que día a día van creciendo como respuesta a lo mucho que calla un pueblo roido política y socialmente por dentro.
En azul y blanco,
Hugo César Renés
5/10/2010
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